Avance de la nueva novela "Vol'jin: Sombras de la Horda"

Vol'jin
por Blizzard Entertainment el June 6th a las 4:00pm

Nos alegra anunciar que también habrá un audiolibro para Sombras de la Horda.

Los asesinos del Jefe de Guerra Garrosh atacan a Vol'jin, dejándolo a las puertas de la muerte. Pero el destino sonríe al herido líder de los Lanza Negra cuando el famoso maestro cervecero Chen Cerveza de Trueno lo pone a salvo al transportarlo a un monasterio aislado en la montaña. Allí, Vol'jin lidia con antiguos rencores aún vigentes entre la Alianza y la Horda mientras lucha por recuperarse junto a un misterioso soldado humano.

Pero ese es solo el principio de las inquietudes de Vol'jin. No tardará en verse envuelto en la invasión de Pandaria que llevan a cabo los Zandalari, trols venerados a los que mueven sueños de conquista y poder. Esta antigua tribu ofrece a Vol'jin la posibilidad de conseguir la gloria que pertenece a todos los trols por derecho natural... Una oferta que resulta aún más tentadora tras la evidente traición de Garrosh.

En medio de tan perturbadores acontecimientos, Vol'jin tiene convulsas visiones sobre la majestuosa historia de su raza. Debatiéndose sobre con quién está su lealtad, sabe que debe tomar una decisión acerca de su propio destino que podría salvar a su pueblo o condenarlo a languidecer bajo el yugo de Garrosh.

Escrito por: Michael Stackpole
Fecha de publicación: 2 de julio, 2013
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Echad un vistazo a continuación al primer pasaje del libro.

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En cuanto recuperó la consciencia, Vol’jin se sintió totalmente recuperado y muy fuerte; además, se dio cuenta de que estaba de pie. Se hallaba en un patio, junto a millares de otros trols, donde unardiente sol lo azotaba mientras. Aunque le sacaban casi una cabeza, ninguno hizo ningún comentario al respecto. De hecho, ninguno de ellos parecía haberse percatado de su presencia.

Era otro sueño. Otra visión.

No reconoció inmediatamente aquel lugar, aunque tenía la sen- sación de que había estado ahí antes. O, más bien, mucho tiempo más tarde, ya que esa ciudad aún no se había rendido al avance de la jungla. Los grabados en piedra de los muros permanecían nítidos y claros. Los arcos aún no estaban hechos añicos. Los adoquines no estaban rotos ni habían sido robados. La pirámide escalonada ante la cual todos se hallaban no había sufrido los estragos del tiempo.

Se encontraba en medio de una gran multitud Zandalari; ese era el nombre de la tribu trol de la que descendían todas las demás tri- bus. Con el paso de los años, habían ganado en altura y gloria. En esa visión, no parecían una tribu, sino más bien una casta sacerdotal, muy poderosa y educada, destinada a ejercer el liderazgo.

Sin embargo, en la época de Vol’jin, ya no eran unos líderes tan capaces como antes, ya que todos sus sueños permanecían atrapados en esa pasado.

Así había sido el Imperio Zandalari en la cúspide de su poder. Antaño, había dominado Azeroth, pero acabó sucumbiendo ante su propia grandeza. La codicia y la avaricia prendieron el fuego de las intrigas. Se dividieron en facciones. Nuevos imperios se alzaron, como el Imperio Gurubashi, que envió al exilio a los trols Lanza Negra de Vol’jin. No obstante, este imperio también cayó más adelante.

Los Zandalari ansiaban el regreso de sus tiempos gloriosos. Una época en que los trols eran una raza noble. En que los trols, uni- dos, habían alcanzado cotas de poder con las que ni siquiera alguien como Garrosh habría podido soñar.

De repente, una magia muy antigua y poderosa invadió a Vol’jin, suministrándole la clave de la respuesta a por qué estaba viendo, en esos momentos, a los Zandalari. Sí, la magia de los titanes precedía incluso a los Zandalari. Era más poderosa que ellos. Por muy alto que los Zandalari se hubieran alzado sobre todas las cosas que repta- ban por la faz de la Tierra, los titanes se hallaban por encima de ellos, al igual que su magia.

Vol’jin atravesó la muchedumbre como si fuera un espectro. Unas sonrisas temerosas relucían en los rostros de los Zandalari; como las que había visto en los de los trols cuando las trompetas bramaban y los tambores redoblaban para invitarlos a entrar en batalla. Los trols estaban hechos para mutilar y matar: Azeroth era su mundo y todo lo que había en él les pertenecía. Aunque Vol’jin podía no estar de acuerdo con otros trols sobre quiénes eran realmente sus enemigos, era tan fiero como ellos en batalla y estaba enormemente orgullo- so de cómo los Lanza Negra habían derrotado a sus adversarios y habían liberado las Islas del Eco.

Bwonsamdi debe de estar burlándose de mí con esta visión. Los Zandalari soñaban con construir un imperio y Vol’jin deseaba lo mejor para su pueblo. Vol’jin sabía cuál era la diferencia entre ambas cosas, ya que planear una carnicería es muy sencillo, pero planear un futuro es mucho más difícil. A un loa al que le gustaba que sus sacrificios conllevasen sangre y batallas los planes de Vol’jin le resultaban muy poco atractivos.

Vol’jin ascendió por la pirámide. Mientras subía, todo pareció tornarse más sustancial. Si bien antes se había hallado en un mundo silencioso, ahora podía percibir el murmullo de los tambores a través de la piedra. La brisa acarició su liviano pelaje y le alborotó el pelo; además, trajo consigo el dulce aroma de las flores, un aroma un poco más intenso que el de la sangre derramada.

Los tambores se adentraron en él. Su corazón latió al mismo compás que ellos. Entonces, oyó unas voces. Unos gritos que proce- dían de allá abajo. Unas órdenes de ahí arriba. Aunque no se batió en retirada, dejó de ascender. Le dio la impresión de que estaba ascen- diendo por el tiempo como si emergiera de un lago. Si alcanzaba la cima, estaría con los Zandalari y sentiría lo que ellos sentían. Cono- cería su orgullo. Respiraría sus sueños.

Se convertiría en uno de ellos.

Pero no iba a permitirse ese lujo.

El futuro que había soñado para la tribu Lanza Negra tal vez no emocionara a Bwonsamdi, pero era un sueño de vida y esperanza para su pueblo. La Azeroth que habían conocido los Zandalari había cambiado totalmente para siempre. Se habían abierto nuevos por- tales y estos habían sido atravesados por pueblos nuevos. La tierra se había hecho añicos, las razas habían mutado y se había desatado más poder del que los Zandalari siquiera sabían que existiera. Las diversas razas (los elfos, humanos, trols, orcos e incluso los goblins, entre otros) se habían unido para derrotar a Alamuerte, creando una estructura de poder que repugnaba y ofendía a los Zandalari, pues estos ansiaban restablecer su dominio sobre un mundo que había cambiado tanto que sus sueños nunca podrían hacerse realidad.

Vol’jin se sorprendió a sí mismo pensando: Nunca es una pala- bra muy poderosa.

En un abrir y cerrar de ojos, la visión cambió. Se encontraba en la cúspide de la pirámide, contemplando los semblantes de los Lan- za Negra que se hallaban allá abajo. Eran sus Lanza Negra, quienes confiaban en él y en su conocimiento del mundo. Si les decía que podrían hacer renacer de sus cenizas toda esa gloria de antaño, lo seguirían. Si les ordenaba tomar Tuercespina o Durotar, lo harían. Los Lanza Negra abandonarían esa isla como una avalancha que arrasaría con todo a su paso, simplemente, porque él deseaba que eso ocurriera.

Sería capaz de hacerlo. Podía vislumbrar la manera. Había sido consejero de Thrall, ya que ese orco siempre había confiado en él en cuestiones militares. Podía emplear los meses que tardara en recupe- rarse en concebir las campañas y organizar las estrategias. Si obraba así, solo un par de años después de regresar de Pandaria (si era ahí donde todavía se hallaba), el estandarte Lanza Negra sería ungido con sangre y más temido de lo que ya lo era.

¿Y qué ganaría con eso?

Que yo me sentiría satisfecho.

Vol’jin se giró. Bwonsamdi se alzaba ante él. Era una figura titánica, que había vuelto sus orejas hacia el frente para poder escuchar mejor esos gritos vibrantes procedentes de allá abajo.

Obtendrás mucha paz, Vol’jin, ya que harás lo que tu naturaleza trol te exige.

¿Ese es el destino de todos nosotros?

Los loa no requerimos que seáis nada más. ¿Qué sentido tendría que así fuera?

Vol’jin buscó una respuesta a esa pregunta. Y esa búsqueda lo llevó a contemplar el vacío, cuya oscuridad lo alcanzó y lo envolvió, dejándolo sin respuesta alguna y, ciertamente, sin paz alguna.

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